miércoles, 1 de diciembre de 2010

De las residencias, colegios mayores y sus administradores II

Hoy hemos conocido una realidad escandalosa. Si en el último artículo titulado De las residencias, colegios mayores y sus administradores argumentábamos que existían residencias de primer nivel y de segundo, hoy continuamos con nuestra argumentación basados en una realidad palpable.
Recapitulando, exponíamos al colegio mayor san agustín como un colegio de primer nivel  mientras que la residencia parque de las islas la colocábamos en un segundo nivel. El criterio que nos llevó a colar en estos puestos estas residencias y colegios fue el comprobar los desperfectos estructurales que existían en cada residencia y los medios para repararlos, o la existencia o no de determinados servicios. Hoy, siguiendo esta línea de argumentación, pongo de manifiesto un hecho estremecedor que, cuanto menos, podía tacharse de discriminatorio. Este hecho no es otro que la existencia de servicio de comer en todos los colegios mayores de la ULL excepto en la residencia parque de las islas.

La culpa, claro está, es de los administradores que no se han preocupado de proporcionar un espacio vital en el que desarrollar la actividad de restauración. De esta forman, los residentes, han tenido que buscarse la vida para poder comer. Y digo buscarse la vida porque debido a la situación geográfica de la residencia no es que existan muchos lugares a los que acudir cuando uno tiene hambre y desea satisfacerla. La alternativa que propone la ULL es el uso común de los offices (que recordemos para aquellos que no estén familiarizados con este lenguaje que son cocinas comunes) en los que pueden hacerse la comida. El problema radia en que existe un sólo office por pabellón, por tanto para unas 40 personas aproximadamente. (Me gustaría ver hacer de comer a 40 personas a la vez en una cocina de 5 metros cuadrados y mal equipadas) Esta situación se vivía hasta el año pasado. Pero este curso, como novedad -se ve que a las cabezas pensantes de la ULL se les encendió la bombilla- introdujeron un servicio de catering al que los residentes podían  acudir, previo pago de una cantidad a parte, y satisfacer sus necesidades alimenticias. Esta solución podía haber dado por concluido el problema de comedor pero, claro está, si comparamos el servicio de comedor que tienen los colegios mayores como el San Agustín o el San Fernando, en las que ya se incluye una cuota con derecho a comedor y se incluyen 2 comidas diarias, la polémica no hace más que reavivarse.

Desde mi punto de vista, aprovechando los recursos que tiene, la universidad debería de establecer un trato igualitaria a la hora de equipar los colegio y residencias con servicios, sin producir discriminaciones de ningún tipo. El echo de que unos estudiantes puedan disfrutar de un servicio de comedor con la tranquilidad que ello les proporciona -y con una cuota subvencionada-, y otros no por el simple hecho de no existir plazas en aquellos colegios en los que si se puede disfrutar de esos servicios, resulta llamativo para una institución que en sus propios estatutos alega por la igualdad sin discriminaciones de tipo económicas. Por tanto desde aquí se hace un llamamiento a las cabezas pensantes (que son muchas por lo que se ve) de la ULL, para que solucionen este problema, y redunde en el mejor funcionamiento y calidad del servicio de alojamiento de la ULL.

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